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lunes, 15 de marzo de 2021

Las pestañas de Baños.










     

A este siglo muchos le estamos cogiendo el gusto.

A las constantes novedades en la política se les suman las novedades en las artes; en la música, sin ir más lejos. Contradiciendo nuestros primeros temores, vemos que la era digital no ha podido con la industria del disco, y que cuando los CDs se han vuelto obsoletos (para mí lo fueron siempre) el disco de vinilo ha hecho su regreso triunfal, en un “ya os lo decía” que muchos no esperábamos pero que hemos agradecido igualmente.

Sin ir más lejos (que se puede), C. Tangana ha sacado álbum y, como Rosendo, ha optado esta vez por reivindicar el madrileñismo. Es una mierda este Madrid, que ni las ratas pueden vivir. Esto no lo dice Tangana, esto lo decía Rosendo. Afortunadamente las cosas han cambiado, y en el Madrid de ahora ya no hay ratas a las que Tangana pueda cantar. Que tampoco sabría.

C. Tangana canta con el culito prieto –o por el culito prieto–, y como no se le oye bien su canto a Madrid le hace acompañamientos el quejío del Niño de Elche, que canta igual de mal pero mucho más alto, con un berrido limpio y potente. El Niño de Elche igual te eleva su quejío al Madrid de los Austrias que a la Granada Nazarí; igual te apuntala a Tangana que a los Planetas. El Niño de Elche, una fuerza nueva y quejiquera en la escena musical nacional, lo mismo te derriba una monarquía que te hace una biografía de Santiago Carrillo; en versos cantados, como hacía Homero con Aquiles.

El hilillo de voz de C. Tangana, que se eleva a lo más alto del cielo madrileño como la catedral gótica que la ciudad no tiene, como una Almudena estilizada, requiere de más contrafuertes, que con el de Elche no tiene suficiente, y ahí están Jorge Drexler y Calamaro para reforzarlo. El canto de Tangana es un canto gótico muy alto y muy fino, por eso necesita de arquitecturas de soporte. Tangana, como el difunto Margarit, es todo un cálculo de estructuras.

Mientras, Rosalía, que sí canta bien, vive ajena a todo en su paraíso portoriqueño y reggetonero, enseñando cacho por Instagram a la que puede. El XXI ya no necesita una revista Interviú porque las artistas ya van enseñándolo todo gratis, como la Mala Rodríguez, que nos lleva locos a todos los heteropatriarcas con unas curvas que ya quisiera el circuito de Montecarlo. Eso mató a la revista, que también se quedó sin gente interesante a la que entrevistar.

Antonio Baños, que también es músico y hasta tenía su banda de rock, va de plató en emisora y de emisora en plató, y entre medio va enseñando las pestañas, que las lleva bastante sucias, como todos los noctámbulos (el rimmel ajado del trasnochador, que decía Loquillo). Antonio Baños es un noctámbulo, y como no tiene que ir a trabajar porque ya lleva el trabajo implícito en la ideología, no cumple horarios. El problema de trabajar desde casa y sin horarios es que a uno todo se le mezcla: el desayuno con la columna, el aspirador con la entrevista, las pajas con los hilos de twitter. Y así no se puede.

El XXI es un siglo de artistas, como Tangana, como Rosalía, como la Mala, como el Niño de Elche... De artistas degeneradas, sin mucho arte pero con mucha labia, como Sofía Rincón o Amarna Miller. Sofía Rincón se está tirando hacia el porno sadomaso. Amarna viene de él. Amarna ya vuelve de todo. Un siglo también de artistos del cante urbano, como Pablo Hasél o Valtonyc, disparando balas en la nuca y bombas lapa metafóricas; balas metafóricas desde su celda o desde su exilio. Valtonyc dice que él no leía libros, pero que lo aprendió todo de Los Chikos del Maíz. Valtonyc parecía el tonto y Hasél el listo, pero lo cierto es que Hasél está en la trena y Valtonyc recogiendo las migas de lo que llega a Waterloo desde Barcelona o desde Moscú, que no tiene que ser poco. Como siempre en este país, son los tontos los que acaban ganándose la vida honradamente.

Y mientras los artistas artistean, los políticos siguen, como siempre, trabajando por la cosa pública, es decir, por el bien común: en Murcia, en Madrid, en Cataluña..., allá donde haga falta. Políticos que antes se arrimaban ya no se arriman tanto o se arriman a otros pero todo por el bien común. En la Cataluña de Baños y de las pestañas sucias la izquierda revolucionaria antisistema y la alta burguesía se alían por el bien común, en la lengua común, que es la única aceptable; Laura Borràs, la de luengas piernas, cual Safo patriótica con bolso de Armani y Jaguar XF, escribe ya los versos de la nueva legislatura, y el Parlament se blinda contra la injerencia del Poder Judicial, que es un poder intruso y colono, enemigo del Legislativo y más aún del Ejecutivo (tanto que a veces lo enchirona). 

Al tiempo que se formalizan las nuevas alianzas, Laporta regresa al trinque y los mártires del proceso regresan a sus celdas para seguir enviándonos desde ahí sus cartas y sus sunamis democráticos.

¿Seguirá en su puesto Joan Bonanit para arroparlos todas las noches, ahora que ya tiene libro?

El lunes, como siempre, José Antonio Montano, atemperado ya de su fin de semana, nos lo contará todo en su columna (sin necesidad de contar mucho, que él es columnista fino) por penúltima vez antes de irse definitivamente de twitter. 

Algunos ya le hemos cogido el gusto al XXI, y ahora estamos enganchadísimos a él.



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